
¿Qué ha pasado?…
Pues ha pasado que el Tribunal Constitucional (TC) ha rechazado la Ley Trans de Irene Montero, y aunque la noticia la sabemos el día 3 de Mayo de 2025, aún no se ha publicado a esta fecha. Pero se publicará.
Bien, ya advertimos que Irene Montero sufriría serios reveses en Mayo-Junio de 2025 (podéis verlo en el artículo que pongo aquí) y ahora sabemos a qué se deben esas dificultades: el TC ha rechazado la Ley Trans:
Se presentó un recurso de inconstitucionalidad contra la Ley Trans, y el ponente que tendría que resolver ese recurso era el magistrado Juan Carlos Campo. Este magistrado presentó una propuesta de sentencia entendiendo como correcta la Ley Trans. Sin embargo el pleno del TC se ha plantado y ha discrepado de varias cosas. Una de ellas es legalizar la mera voluntad a la hora de inscribir el cambio de sexo.
¿Qué observamos en los tránsitos?
Lo primero que vemos es que Marte transita en oposición al MC «teórico». ¿Y qué nos dice a nosotros?… que el eje MC-FC está en el sitio que ocupa Marte, es decir, que Irene Montero no ha nacido a las 12:00 exactamente (cosa muy rara) sino que ha nacido «unos minutos después»… es decir a las 12:18, teniendo como referencia que marte transita el día de la noticia en oposición a su MC.
Es decir:

Nos viene muy bien saber la hora exacta de nacimiento, porque próximamente elaboraremos un informe astrológico mejorado para saber su futuro.
Por lo pronto ya avanzamos que en poco tiempo Irene va a tener cambios muy profundos en su vida.
¡Caray, cómo le debe gustar el sexo a esta mujer…!!
Cuadratura de Neptuno y Saturno al stellium en casa 8
Irene Montero vive desde hace años con el fuego de la transformación incesante, con esa Casa 8 densamente habitada que pide constante regeneración, cuestionamiento del poder establecido, y la posibilidad de ir más allá del tabú social. Su apuesta política y vital ha sido colocar de frente temas tradicionalmente ocultos, incómodos o directamente rechazados por el sistema, como es la disidencia sexual y de género. Ahora, con Saturno y Neptuno en cuadratura sobre ese mismo núcleo de su carta, sus batallas personales y colectivas están siendo duramente puestas a prueba.
Saturno, el arquetipo del límite, la ley y el rigor, en tensión a la zona más vulnerable y radical de su psique y acción política, simboliza la irrupción de la realidad institucional. Es el golpe formal y frío de una estructura mayor—en este caso, la máxima autoridad constitucional—poniendo diques donde antes ella buscaba erosión y eros, movimiento y apertura. Saturno le tira la ley: le recuerda que el cambio tiene que pasar por una arquitectura legal, que no basta con la pulsión transformadora ni con la autenticidad del deseo, sino que hay que enfrentar resistencias durísimas de parte del poder, y asumir el coste de querer ir primero. Irene se enfrenta a la pared, experimenta el límite objetivo: la frustración, el desencanto y la pesada sensación de que el sistema “le para los pies” justo cuando parecía haberse abierto una grieta. Debe, ahora, revisar y reconstruir su estrategia, asumir errores, sortear la tentación del victimismo y decidir si puede seguir luchando, aunque sea desde posiciones menos heroicas y más serenas.
Al mismo tiempo, Neptuno activa el aspecto más disolutivo y ambiguo. Todo lo construido parece desvanecerse en la niebla de la incomprensión colectiva, de los discursos entrecruzados y de la manipulación mediática. Esta cuadratura siembra el riesgo del desgaste y del sacrificio: la causa puede diluirse entre el polvo mediático, la propia confusión o el desgaste de la militancia. Neptuno pregunta a Irene qué parte del relato compartido era sueño pequeño y qué parte era realmente viable. Es fácil, bajo Neptuno, sentirse víctima de la incomprensión, del malentendido y hasta de la traición de aliados. Pero también potencia la empatía, el perdón y la intuición para renacer desde la “derrota” y construir narrativa sanadora, no sólo política.
La combinación de ambos tránsitos señala una etapa bisagra. Para Irene Montero, es el tiempo de mirar de frente la tensión entre ideal y realidad, entre cuerpo individual y cuerpo político, entre lo urgente y lo posible. Estas crisis la forzarán a madurar su estrategia, refinar sus argumentos y aceptar que, para que la revolución sexual y de género sea sostenible, debe anclarse en marcos legales sólidos, en pedagogía paciente, no sólo en confrontación y desborde. No se trata de rendirse, sino de aprender la difícil asignatura de los límites, integrar la experiencia del fracaso parcial, y volver a levantar la bandera, esta vez con pies más firmes y red tejida de afectos, relatos y leyes revisadas.